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Un minicaballo bebé con problemas para hacer amigos por la extrema protección de su madre, quedó completamente aislado en el santuario donde nació. Afortunadamente, unos animalitos acudieron al rescate.
Eleanor, la madre del minicaballo Teddy no tuvo una vida fácil. La yegua de minicaballo, de 23 años, llegó al santuario de animales R&R Ranch Minis de propiedad de Stacy y su hija Belle, en un estado lamentable.
La yegua se veía triste y desaliñada. Sus crines estaban descuidadas y sucias, tenía una herida abierta en un lado de la cara y no podía ver por un ojo.
“Estaba triste, era obediente, y parecía que hacía las cosas con una actitud de ‘aquí vamos otra vez’”, dijo Stacy a The Epoch Times. “¿Cuántas veces había sido comprada y vendida esta pobre yegua durante todos estos años?”.
Como era muy mayor, Stacy nunca pensó en revisar si Eleanor estaba embarazada. No obstante, después de unos meses en el refugio su enorme panza se hizo evidente y tuvieron que llevarla al veterinario.
Este descubrió que Eleanor estaba preñada, y el potrillo nacería en unas cuatro o seis semanas. Sin embargo, apenas una semana después de volver con la cariñosa y gentil yegua, esta dio a luz al pequeño Teddy.
“Los encontré a los dos cuando entré a alimentarla por la mañana y me quedé absolutamente anonadada”, recuerda Stacy. “No esperábamos que el bebé naciera tan pronto y, sin embargo, aquí estaba”.
(Cortesía de R&R Ranch Minis)
Cuando volvieron del hospital Eleanor demostró ser una madre muy sobreprotectora.
“Daba patadas a cualquiera de los otros caballos, nuestros caballos miniatura enanos, que le prestaban atención”, explicó Stacy a The Epoch Times. “Si querían olfatearle, ‘hablar’ con él o, me atrevo a decir, participar en un juego, Eleanor salía de la nada, con las orejas pegadas y el cuello extendido, para morder al infractor o darle una patada”.
Cuando el potrillo cumplió 3 meses fue todavía más duro para él porque su madre se enfermó y tuvo que ser hospitalizada. Madre e hijo debían de permanecer separados. Así fue como el pequeño Teddy se quedó totalmente solo. Los demás caballitos no se atrevían a acercarse por el recuerdo de los terribles golpes de la madre.
“Por la noche, podías ver a todos los enanos durmiendo en una acogedora vaina y Teddy estaba en las afueras, solo. Fue desgarrador”, añadió Stacy.
El equipo del refugio decidió que era el momento de pedir ayuda a los amigables perros. Teddy fue presentado a la manada de Golden Retrievers y pastores de Shetland que viven en el lugar.
Al principio el pequeño potrillo fue un poco distante pero al poco tiempo se hicieron amigos inseparables.
Al ver sus juegos y diversiones corriendo por el prado, los demás minicaballos entendieron que ya no había peligro en acercarse al potrillo y también se hicieron amigos de él.
A día de hoy el alegre Teddy es todo lo contrario a su madre. Es alegre, jugeton y también un poco travieso. Le encanta jugar a perseguir a los perros. En definitiva, no queda huella del diminuto caballo que pasaba los días triste y solo.